LANACION-ARGENTINA 20/06/12
Miércoles 20 de junio de 2012 | Publicado en edición impresa
En educación, aprendamos de Brasil
Por Alieto Aldo Guadagni | Para LA NACIÓN
Se puede sostener que "si se quiere saber dónde estará ubicada
una nación en el escenario económico mundial en el 2050, es importante
averiguar cuál es hoy el nivel educativo de sus adolescentes de 15 años",
éste es justamente e indicador que mide la prueba Pisa. Hace dos décadas el
sistema educativo argentino era más inclusivo que el brasileño y también
exhibía mejores indicadores de calidad. Pero hoy es distinto. Entre 2000 y 2009
los adolescentes brasileños mejoraron su rendimiento en esta prueba, mientras
que los nuestros empeoraron (somos la única nación latinoamericana que retrocedió).Ahora
Brasil se ubica por encima de la Argentina, cuando en 2000 ocurría lo contrario.
Existe en Brasil preocupación por la calidad de la educación y por eso
avanzan con programas que evalúan el rendimiento escolar, para identificar las
deficiencias y superarlas incluso reconociendo estímulos a los docentes que se
esfuerzan por mejorar la enseñanza. Estos programas tienen en común la difusión
de sus resultados por escuela y el reconocimiento del derecho a la información
de los padres y asociaciones interesadas en las escuelas de su barrio o ciudad.
Los resultados de los exámenes que se toman al finalizar el secundario, y que
son obligatorios para ingresar a la universidad, son también difundidos junto
con la información sobre el puntaje de cada escuela secundaria.
El gobierno de Lula puso también en marcha el programa IDEB, que mide
la calidad de cada escuela y sistema escolar; el objetivo es "alcanzar
hacia 2022 el nivel educativo de los países desarrollados". Con el IDEB se
puede verificar el grado de avance de cada escuela hacia el cumplimiento de
esta meta, orientando fondos presupuestarios para estimular el mejoramiento de
aquéllas. Nada de esto es posible en la Argentina, ya que la ley 26.206,
sancionada en 2006, prohíbe la difusión de los resultados por escuela. Pero, si
ocultamos las deficiencias, ¿cómo haremos para superarlas?
El siglo XIX fue el siglo de la escuela primaria; el pasado, el de la
escuela secundaria, y éste será el siglo de la universidad. En la sociedad del
conocimiento prosperarán aquellas naciones capaces de asegurar un alto nivel de
calificación a sus recursos humanos: el capital humano de una nación es hoy más
importante que sus recursos naturales. En las naciones que lideran el progreso
económico, más del40% de los jóvenes tienen títulos universitarios; en América
latina avanza Brasil, pero aún registra 19%; en nuestro país, apenas el 14% de
los jóvenes concluye el ciclo universitario. De estos 14 jóvenes cada 100 que
se gradúan nada menos que 10 provienen de los niveles socioeconómicos altos y medios-altos,
lo cual refleja una gran desigualdad.
El último año de la escuela secundaria en Brasil es distinto del
nuestro, ya que la preocupación de los adolescentes es enfrentar una valla que
debe ser superada para ingresar a la universidad y tener acceso en el futuro a
un título que les permita incorporarse capacitados al escenario laboral en este
difícil mundo globalizado. Por el contrario, nuestros adolescentes están
liberados de tamaño esfuerzo, muchos de ellos pueden dedicar su tiempo a otras
actividades más gratificantes, como el viaje de egresados, sin olvidar la
activa vida nocturna. El año pasado 4 millones de jóvenes brasileños tuvieron
que rendir el Examen Nacional de Enseñanza Medio (ENEM); aprobar el ENEM es
requisito para poder ingresar a la universidad, pero además es un indicador de
la situación educativa de cada una de las escuelas secundarias porque sus
resultados, agrupados por cada escuela, son de libre acceso por Internet.
Nuestro vecino tiene requisitos más estrictos para ingresar a la
universidad, pero así y todo se gradúan más profesionales que aquí. La
explicación es que en Brasil se gradúa la mitad de los ingresantes, mientras
que en nuestras universidades estatales, menos de la cuarta parte. En Brasil se
gradúan anualmente 826.000universitarios; en la Argentina, 98.000, lo que
significa que en proporción a cantidad de población, en Brasil se gradúa un 75
por ciento más de universitarios.
Alguien podría argumentar que los brasileños son
"elitistas", mientras que nosotros sacrificamos calidad para ganar en
inclusión social al facilitar un mayor acceso a los niveles superiores
educativos. La fórmula que se presenta como eficaz para lograr este meritorio
objetivo de la igualdad de oportunidades es ausencia de las limitaciones de
exámenes generales al finalizar el secundario, pero nuestra receta no sirve,
simplemente porque la mayoría de los pobres no concluye el ciclo secundario. La
igualdad de oportunidades no se logra suprimiendo exigencias sino promoviendo
la calidad y la inclusión; nunca tendremos más y mejores graduados
universitarios si no fortalecemos los niveles primario y secundario.
Mientras entre 1990 y2009 la graduación universitaria en nuestro país
se duplicó, en Brasil casi se cuadruplicó. Tenemos pocos graduados
universitarios y, al mismo tiempo, somos una de las pocas naciones que no
aplican exigencias estrictas al ingreso a la universidad. Es necesario
implantar un examen general como requisito para ingresar a la universidad
estatal o privada, con difusión de los resultados por escuela secundaria. No se
trata de limitar sino de ayudar a los jóvenes a ingresar al difícil mundo
globalizado, a través de la cultura del esfuerzo y la dedicación al estudio. No
es fácil para un país en desarrollo progresar económicamente sin prestar
atención al nivel educativo de su población. La acumulación de capital humano
bien capacitado, particularmente en las áreas científicas y tecnológicas, es
hoy un requisito para fortalecer el proceso de inversión productiva. Si una nación
emergente quiere superar la etapa primaria productiva, caracterizada por bajos
salarios y la simple exportación de materias primas minerales o agrícolas con
escaso nivel de valor agregado por la industrialización, tiene que apuntar a
mejorar el nivel de conocimientos de su fuerza laboral, o sea tiene que
invertir en acumular capital humano.
Esto está siendo entendido en Brasil, donde se está implementando el
programa Ciencia sin Frontera, cuya meta 2015 es tener 100.000 graduados
universitarios estudiando en las mejores universidades del mundo. El gobierno
brasileño ha definido las siguientes áreas prioritarias para este masivo
programa de becas: biotecnología, ciencia oceánica e ingeniería de
hidrocarburos. Esta elección de áreas no es arbitraria, ya que apunta a
sectores productivos de gran potencial en Brasil. El costo de este programa de
posgrado es de 1700 millones de dólares, de los cuales la cuarta parte será
aportada por empresas y el resto, por el gobierno. El programa ya está en
ejecución: las universidades norteamericanas recibirán 20.000 estudiantes; las
del Reino Unido, Alemania, Francia e Italia recibirán entre 6000 y 10.000 cada
una. Para apreciar la gran importancia de esta iniciativa de la presidenta
Dilma Rousseff, señalemos que hasta ahora no eran muchos los estudiantes
brasileños en universidades extranjeras (por ejemplo, apenas 9000 en los
Estados Unidos). Recordemos que hace varias décadas Brasil tuvo que acudir a
profesionales extranjeros para encarar la exploración petrolera, la investigación
agropecuaria y la industria aeronáutica. En estas áreas Brasil es hoy una
nación líder. Claro que para avanzar en la capacitación profesional de los
posgrados primero hay que avanzaren los niveles universitarios, lo cual exige
previamente fortalecer nuestra deficiente escuela secundaria.
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